Días difíciles para todos, para los que estamos sanos pero nos preocupan los nuestros, para aquellos que tienen niños y tienen que intentar hacerles lo más llevadero posible el encierro, para los que seguimos acudiendo al trabajo protegiendo lo propio y lo ajeno, y que así siga siendo, y sobre todo para aquellos que se están viendo afectados por esta pandemia que nadie podríamos imaginar que llegáramos a ver, a veces la realidad si supera la ficción.
A todos nos ha pillado por sorpresa, todos pensábamos que no sería para tomar medidas tan drásticas (o no queríamos ni imaginarlo), iba llegando información, la prudencia brillaba por su ausencia, al principio por desconocimiento y después justo por ese antónimo, por imprudencia, por pánico (el miedo es libre), por falta de consideración con los otros, por un egoísmo nada sano (del sano hablamos otro día) y por pensar que esto no se convertiría en una peli de las malas… el ser humano puede llegar a pisar al de al lado si, totalmente demostrado, aunque por suerte hay de todo.
¿Y ahora que esto ya si que es serio, cómo lo manejamos? Pues después de asimilar que esto es real, que si, que está pasando, de digerir las implicaciones, de tomar todas las precauciones habidas y por haber dentro de lo que se pueda, de ver como mucha gente piensa que fuera está mejor porque así al menos viven unas minivacaciones sin pensar en que en la maleta no sólo se llevan las chanclas sino algo más dañino… ahora toca reeducar toda una cotidianidad con costumbres que no encajan con la vida habitual de nadie, y eso cuesta, está costando y nos costará.
Imagino que somos muchos los que estos días nos hemos sentido inquietos, raros, extraños con la realidad que estábamos viviendo, y no solo por lo que nos venía encima a cada uno laboralmente, tema que cada uno estará librando como mejor pueda y que veremos cómo afecta a medio largo plazo… pupa hará. Pero eso no es lo más importante, es el hecho de ver medrada nuestra libertad. Estamos tan acostumbrados a salir, entrar, hacer, deshacer, quedar y planear, que no entra en nuestro vocabulario erradicar todo eso y cambiarlo por «se hace lo estrictamente necesario», incluyendo ahí que eliminamos el contacto, la comunicación mirando a los ojos con mucha gente, los abrazos, los besos, las risas despreocupadas y en definitiva la libertad de acción. Es lo que hay que hacer, es respeto, es protección, es conciencia, es solidaridad y es lo que toca, pero también hace pupa y esto es lo más difícil de sobrellevar estos días.
Recursos tenemos todos a nuestro alcance, y más hoy en día, no quiero ni imaginarme como se llevaría una situación así hace muchos años, pero reacondicionar nuestra cotidianidad a nuevas rutinas adaptadas, no por elección sino por obligación es complicado. Nos cuidaremos todos, o se intentará en la medida de lo posible, pero más allá de preocuparnos por una sana alimentación, de hacer el deporte que está a nuestro alcance aunque no sea el que solamos hacer, de dedicarnos a cosas que normalmente están en la montaña de incunables y de incluso llegar a matar el tiempo como se pueda, la inquietud sigue ahí, porque no es lo que queremos, sino lo que nos toca. Esto es lo que más guerra nos va a dar, y cuidar todos esos mensajitos extraños que nuestra cabeza va dando ante esta nueva situación y las sensaciones extrañas que más de uno estamos sintiendo, también será una de las batallas más duras.
Somos vulnerables si, más de lo que nos podemos imaginar, y esto que estamos viviendo nos dejará muy claro que igual, aunque valorásemos muchas de las cosas que conforman la vida que elegimos, sin pequeños detalles cotidianos como esos abrazos, contactos, quedadas y libre circulación y comunicación con los nuestros o con el mundo, esa vida elegida se ve algo tocada.
Decía Jean-Jacques Rousseau «la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces», pues nos quedaremos con esas palabras como mantra. Con el mantener el humor, con intentar cuidarnos lo mejor posible dentro de todos los cambios y las emociones que estamos viviendo estos días, con mantener vivos planes y deseos para cuando pase todo esto, con el seguir día a día pensando en la esperanza de que esto acabe pronto y que estamos haciendo lo que toca para que sea lo menos dañino posible, teniendo en cuenta que una de las cosas que peor lleva cualquier ser humano es no controlar su mundo en la medida de lo posible.
Pues aquí una de lección de la vida, de la historia o de la ciencia sin precedentes para todos nosotros… lo único que tenemos ahora mismo seguro es lo que está en nuestra mano, esa protección, ese respeto, ese cuidado propio y ajeno, esa conciencia con lo que toca vivir, esa solidaridad y la tolerancia de que humanos somos todos por lo que cualquier emoción es lógica, aceptémoslas, no luchemos contra ellas, sino aprendamos a llevarnos bien con impotencia, rabia y demás enanos que pululan como nubes por nuestras cabezas, haciendo día a día lo que podemos por recuperar normalidad, y que por el camino nuestra salud mental salga reforzada, porque preparados para esto no estamos nadie.